Lo que no debemos hacer... y hacemos!!

…Y creo que es muy difícil -por no decir imposible- dejar de hacer. Se trata de vivir el “hoy y el ahora”, así, con ese tono de autoayuda y de “acabo de salir de mi reunión de "Australiálicos Anónimos”.

Cuando comenzamos un proceso como este,  empezamos a vivir una transición. Un sueño que vemos lejano comienza paso a paso a hacerse realidad y aunque queramos mantener la calma y vivir la experiencia sin adelantarnos a los hechos, siguiendo nuestras vidas como si no hubiera plan, se hace imposible no mudar al menos un pie al futuro. Agréguenle que la situación en la que vivimos, que pienso es la situación de la mayoría de los jóvenes profesionales de este país, en la que no vemos que nuestras metas de independencia y un buen futuro puedan darse como debería ser en la vida… Créanme que eso puede llevarlos a olvidarse del presente.  Y aquí cabe la tan sonada frase de John Lennon: 

La vida es aquella que pasa mientras estas ocupado haciendo planes.

Para explicar este post, como siempre, me remito a una anécdota personal.

Cuando nosotros comenzamos este proceso, lo hicimos como todos: llenos de dudas y como unos bebés aprendiendo del mundo, curioseando todo. Lo primero que hice fue decirle al papá de mi hijo que tenía en mente emigrar y que las opciones eran Canadá y Australia, pero que lo más seguro era lo segundo. El dijo un escaso “está bien, nada más coméntame del proceso” y hasta ahí quedó. La verdad los primeros pasos fueron bastante fáciles y rápidos en nuestro caso, lo que hizo que los primeros 6 meses nuestra esperanza creciera de 0 a infinito y siendo mi sueño desde hace años salir de Venezuela, empecé a dejar de vivir mi vida aquí mentalmente.

Comencé a ver casas en Adelaide, a ver las páginas de empleo, a meterme en cuanta página web encontrara de fotografías de la ciudad, del país… comencé a leer sobre la geografía, economía, política de Australia, a buscar colegio para mi hijo… Empecé a contactar venezolanos que ya estuvieran en esa ciudad, aprovechaba mi trabajo para buscar precios de boletos aéreos… Incluso presionaba a mi esposo diciéndole “deberíamos ir pensando cuándo poner el carro en venta”.  Mi mayor ilusión era darle a mi hijo YA! un sitio para él. Nosotros no tenemos una casa propia y aún dormimos los dos en el mismo cuarto, cosa que para ninguno es cómodo.

Ya me veía allá y por ende, dejé de vivir el presente. Dejé de hacer cosas, pensando en “cuando esté allá haré esto y aquello y Julio podrá hacer esto y aquello y Rodrigo podrá hacer lo que siempre ha querido” y lo mismo pasaba cuando hablábamos entre nosotros. Todo era “Cuando estemos allá...”… pero el aquí, en Caracas, no pasaba nada. Nuestra vida estaba basada en Australia, en un futuro que aún ni siquiera sabíamos si sería pero la ilusión nos decía que ya era. Mi vida era allá, mientras tanto aquí actuaba casi por inercia.

Pero algo me decía que habría un obstáculo y alargué mucho tiempo el resolverlo: El papá de Julio C. Yo nunca he sido una persona muy comunicativa y eso me costó caro.

Desde aquella vez que le comenté sobre el plan de emigración, más nunca volví a decirle nada. Pasó un año y llegó el momento de su firma en el documento que le daría permiso a Julio C de tener su visa. Pasó un mes antes de que me atreviera a decirle nada y cuando lo hice, su respuesta fue una gran cara de sorpresa y un “tú no me dijiste nada del avance de esto” y un “tengo que pensarlo”. Nuestra relación estaba rodeada siempre de mucha tensión y yo, la maestra de la presión, trataba todos los días de preguntarle si lo había pensado y su respuesta siempre era evasiva. Me estalló un cólico nefrítico, fui operada y mandada de reposo en medio de esa situación, que hizo que me amargara mucho más. Pasaron dos meses infernales desde que le dije y un día que se había llevado al niño y que le había pedido que lo llevara temprano a casa, no lo hizo y mi paciencia llegó a su límite (mucho había tardado, mi mayor defecto es que tengo 0 paciencia): fui hasta donde estaba y se armó el escándalo. Gritos, pelea muy fuerte, intermediarios para evitar algo peor y hasta una amenaza de llamar a la policía para llevarme detenida, fueron el preámbulo al gran NO VOY A FIRMAR UN CARAJO. Bueno… al menos ya tenía una respuesta.

Desde ese día no paré de llorar. Mi vida se derrumbó, me sentía perdida… me habían arrancado la vida, pues estaba TOTALMENTE basada en ese sueño. Me descontrolé por completo y llegué a ser alguien que jamás en la vida había sido: rumbeando de lunes a lunes, tomaba bastante y no estaba pendiente ni de mi, ni de mi pareja, a quien le decía que se había terminado todo porque él no estaba obligado a quedarse encerrado en un país como este, ni de mi hijo, que como todo niño necesita a mamá. 

Toqué fondo, y no se imaginan cuán PROFUNDO! llegué.

A pesar de las muchas distracciones, al final del día terminaba como siempre: llorando a moco tendido y molesta con Dios (como desde hace años) preguntándole qué COÑO había hecho para que siempre me pusiera un PEÑÓN en el camino. Un buen tiempo pasó antes de saber la respuesta (next post).

Y Así aprendí, entre algunas otras cosas, que tener los pies fuera de la tierra en la que estas hoy, no trae cosas buenas.